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viernes, 6 de noviembre de 2009

MODERNA Nº 1

Setiembre 2009


SUMARIO

EDITORIAL
Para disfrutar hay que mantenerse

EL CONCEPTO
Giro lingüístico

LA CHARLA
Del generativismo a la escuela argentina

EL TEMA
El lenguaje y el mundo





EDITORIAL_________________________________________________________

Para disfrutar hay que mantenerse

La labor de crear una revista no se compara con la de sostenerla. La creación incluye, ante todo, el placer, un gusto consabido por trabajar en algo que a uno lo motiva, lo alienta y lo hace disfrutar. Lo otro, la mantención de ese disfrute, implica recursos, algo que uno planea y planea sabiendo que los medios de producción están en manos de otros.

Y es en esta instancia que la producción se vuelve un movimiento económico. Tengas o no tengas fines de lucro, estarás incluido en los mecanismos económicos de movilidad social. Veámoslo en términos gramaticales:

(a) Juan trabaja en la mantención de una revista de lingüística.

(b) En la mantención de la revista, en eso trabaja Juan.

(c) Es en la mantención de la revista donde trabaja Juan.

(d) En la mantención, ahí trabaja Juan.

Con Di Tullio, advertiremos que (a) expresa una información “perfectamente adecuada en un número, teóricamente infinito, de contextos” (p. 344), por lo cual su “significado temático” es neutro; las demás expresan el mismo significado proposicional, pero con valor pragmático diferente, es decir, su índice de ocurrencia (en número de contextos) es bajo. Esto significa que con (a) puedo iniciar cualquier charla, sin que nadie me acuse de polemizador; en cambio, el resto del paradigma sólo puede incluirse en situaciones en que (a) es conocida.

Sin dilatar en la descripción de la ubicación de los constituyentes en cada una, sólo diré que (b), (c) y (d) intentan marcar en el enunciado una información (constituyente) relevante para el contexto de habla. Si ya sabemos que Juan trabaja en esa revista, querremos que se nos precise detalles sobre cómo le va en ese trabajo.

Con esta intención, el hablante emplea (b), (c) y (d), pues tienen significado temático diferente de (a): en (a) “la mantención…” forma parte del circunstancial, y el protagonista de esa oración es el verbo trabaja, y en (b), (c) y (d) se focaliza justamente en el circunstancial, con lo cual, psicológicamente, uno se inclina más a pensar en la oración “Juan mantiene la revista”. [1]

La gramática puede explicarnos que el placer de escribir artículos sobre temas de lenguaje es información conocida, y que para focalizar en que para ello se necesitan recursos hay que cambiar el orden de los elementos (priorizar ciertos factores, como la concisión de los artículos, por tener tan poco espacio), ponerlos en un contexto adecuado (avisarle al lector que no es una tarea fácil) y seguir para adelante, con esfuerzo y ganas.

La mitad de esta empresa editorial está abocada a esa focalización: sostener la empresa. Y se consiguen buenos resultados y mejores augurios, como el apoyo incondicional de amigos como Fabián.

La otra mitad…

… Bueno… ¡PARA ESO ESTAMOS!

Adelante. ¡Disfruten!


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NOTA:

1. Sobre tema y foco, cf. Di Tullio (2005), “Estructuras temáticamente marcadas”, en su Manual de gramática del español, Bs. As., La isla de la luna, pp. 343-357





EL CONCEPTO_____________________________________________________

Giro lingüístico

FABIÁN MUCHIUT (Reconquista, 1977)

Su carta de presentación: “Miembro del Ejército de Reserva de Profesores en Ciencias de la Educación y adscripto a la Cátedra de Filosofía, en el Profesorado de Geografía, del ISP N°4.” Dedicó algunos escritos al tema de la `proletarización docente´.


El giro lingüístico es una corriente filosófica que ha sabido llevar al extremo el lema constructivista, donde el lenguaje no sólo crea al mundo y al sujeto, sino que todo lo que existe es lenguaje. En este artículo, nuestro amigo y profesor Fabián Muchiut nos anoticia sobre el surgimiento, postulados e implicancias que deviene “el giro” en la política, la ética y otras ramas del pensamiento.



El tema que nos ocupa se relaciona estrechamente con la filosofía actual. Decirlo de este modo no parece implicar demasiados problemas. Sin embargo, no está claramente determinado cuándo, en filosofía, comenzaría ese presente. Vattimo lo situó a mediados del siglo pasado, en los años 60, momento en el cual la hermenéutica (en un sentido amplio del término), luego de la fenomenología, comenzó a ser la línea de pensamiento hegemónica en el campo filosófico. Fueron, si mal no recuerdo, las obras de Heidegger y las de Wittgenstein las que inspiraron a los filósofos de finales del siglo pasado, y que dieron origen a lo que se llamó “giro lingüístico”. La novedad de esta manera de entender la filosofía consiste en que concibe al lenguaje no como un medio, que estaría situado entre el yo y la realidad, sino como un léxico capaz de crear tanto el yo como la realidad. O, como diría Rorty (un importante exponente de esta corriente), el giro lingüístico abarca todas aquellas teorías que sostienen que “los problemas filosóficos son problemas que pueden ser resueltos (o disueltos) ya sea mediante una reforma del lenguaje o bien mediante una mejor compresión del lenguaje que usamos en el presente.”[1] El giro lingüístico sería, entonces, “una suerte de constructivismo radical, doctrina según la cual las teorías científicas o los discursos metafísicos no descubren la realidad sino que la crean.”[2]

De lo anterior se desprenden algunas consecuencias que podemos resumir en las siguientes proposiciones:

0. La inexistencia de hechos fuera de la interpretación. Esta proposición tiene fuertes implicancias en el campo de la metafísica y en la gnoseología. En el primero, se cuestiona la existencia de “algo” exterior al lenguaje, a lo cual los lógicos denominaron “referente”. Derrida será el encargado de deconstruir la noción de referente a partir de su crítica al concepto husserliano de “presencia”, sustituyéndolo por el de “diferencia” (diferance).

En el segundo, se cuestiona el concepto de “verdad” como correspondencia. Si no existe nada externo al lenguaje –es decir, fuera de las teorías–, entonces la verdad no puede ser concebida como la correspondencia entre el lenguaje y la cosa. El lenguaje ya no se refiere a nada externo a sí mismo, sino que se constituye como una entidad “autorreferencial”.

1. El carácter autorreferencial del lenguaje. La autorreferencialidad del lenguaje es una de las consecuencias de la deconstrucción derrideana y de la influencia que sufrió Derrida del pensamiento del profesor Ferdinand Saussure. No existe nada fuera del lenguaje, de las interpretaciones: todo es interpretación; por lo tanto, no hay hechos, sólo interpretaciones. Tampoco hay un origen prístino del cual se pueda decir que se produjo la primera interpretación. Aquella primera vez –para los partidarios del giro– fue en realidad una segunda vez.

2. La destitución de la supremacía de la lengua oral sobre la escrita. La ausencia de referente y de su presencia hacen que la lengua oral pierda la primacía que tenía sobre la escrita en la concepción metafísica tradicional. Ahora, tanto una como otra tienen el mismo derecho de ciudadanía en el campo del lenguaje. Esto es una consecuencia de la inconclusión de la estructura que hace imposible la clausura del sentido de cualquier enunciado o término. Por lo cual, dicho sentido está siempre diferido, es decir, siempre abierto a nuevas y heterogéneas significaciones de acuerdo con los diferentes contextos y situaciones discursivas.

3. La naturaleza múltiple del lenguaje. Por ende, el lenguaje, no es uno, (como lo fue, por ejemplo, Dios, la Conciencia o la Historia); sino múltiple, puesto que cada cultura es en realidad un mundo distinto e inconmensurable. Scavino da un ejemplo basado en la lengua de los esquimales: ellos tienen cinco términos para nombrar lo que nosotros nombramos sólo con la palabra “nieve”. Sin embargo, no se trata de “cinco formas diferentes” para la misma cosa, sino de realidades diferentes, puesto que en el idioma de los esquimales, aquellos términos no son sinónimos.

4. La finitud del ser humano. De lo anterior, se desprende la idea de la finitud humana, puesto que cada individuo estaría limitado por la lengua de su cultura (y no pensemos sólo en los aborígenes de alguna isla del Pacífico, sino también en nosotros); de lo cual hay que concluir, como condición inmanente, nuestra finitud por pertenecer a una lengua que nos sujeta y que nos limita. El ser humano está encerrado en su universo simbólico como el esclavo de la alegoría de Platón, en la caverna. El mundo y el lenguaje –como dijo Wittgenstein– son coextensivos.

Además de las consecuencias metafísicas y gnoseológicas, el “giro lingüístico” tiene consecuencias políticas y éticas importantes. En política se pone en crisis el concepto de “representatividad”. La crisis de representatividad de nuestras democracias parlamentarias de Occidente. También hay que sumarle la crítica a los totalitarismos, sobre todo en Europa, pero que en estas latitudes tiene eco en la crítica a las dictaduras y en la sobrevaloración de la Democracia. No obstante, lo que está en crisis, actualmente, no es otra cosa que la política misma. Y en hora buena.

Finalmente, en ética, hay un rebrote de discursos que apelan a esta vieja palabra, y se comienza a hablar de “derechos humanos” o, simplemente, de un retorno a los “derechos naturales del hombre”, para salvar el vacío que dejó la desaparición de auténticas políticas de emancipación. Ante tal ausencia, aparece la ética, que en definitiva es una suerte de regulación de las opiniones sobre temas diversos que van desde la bioética hasta la ética de un equipo de fútbol o la de los vendedores de cosméticos.

Ahora bien, si hay que arriesgar alguna causa cuya consecuencia es la del giro lingüístico, me atrevería a aseverar, junto con Badiou, que se trata de una “sutura” [3] de la filosofía al lenguaje. La filosofía fue bloqueada –tal vez voluntariamente– por el lenguaje o el poema –como le llama Badiou–: aunque ya había incursionado suturas anteriores (primero a la ciencia, con el positivismo, en el siglo XIX, y luego la política en un mixto con la ciencia, con el marxismo). Con Heidegger se inició la sutura al poema. La filosofía hoy trata de “desuturarse”, lo cual no significa desvalorizar la importancia que la ciencia, la política, el amor y el arte (el poema) tienen para crear las condiciones de un pensamiento genuino. El arte, por ejemplo, expresado en el poema, es una forma de pensamiento capaz de crear nuevos mundos. Pero cada condición debe ir, por así decirlo, separada. La filosofía sólo intentará crear un campo de composibilidad en el que pueda dar cuenta del pensamiento conjunto de un determinado tiempo. Entonces, “despejado el campo” de la filosofía y del poema, hay que decir, confiados contra todo nihilismo avasallador: “la Nada ha partido, queda el castillo de la pureza”. [4]


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NOTAS:

1 Citado en Scavino, 1999:13

2 Scavino, 1999

3 Sobre las suturas de la filosofía, cf. Badiou, 2007:37

4 verso de Mallarmè

BIBLIOGRAFÍA:

BADIOU, Alain (2003), El ser y el acontecimiento, Bs. As., Manantial, 1ra. ed. 1ra. reimp. [trad. Raúl J. Cerdeiras, Alejandro A. Cerletti y Nilda Prados], p. 447

—— (2007), Manifiesto por la filosofía, Bs. As., Manantial, 1era. ed., 1era. reimp. [trad. Victoriano Alcantud Serrano]

SCAVINO, Dardo (1999), La filosofía actual: Pensar sin certezas, Bs. As., Paidós



LA CHARLA_____________________________________________________

Del generativismo a la escuela argentina


HUGO CARRARA (Lic. en Letras por la UBA)

Cátedra de Lengua española en el ISP Nº4. En 2005 publicó una colección en seis tomos de textos de gramática para la escuela primaria: El armario de las palabras (I y II), Organizar informaciones (I y II) y Tejer textos (I y II)

Entrevista: Conrado Nuñez

Martes 1 de setiembre de 2009, día caluroso en Reconquista, mesa amplia con libros, apuntes y cosas.


El profesor Hugo Carrara nos propone un recorrido por algunos autores. Se busca definir la teoría chomskyana de la lengua y hacer un balance de la experiencia argentina con el estructuralismo y los estudios actuales en el campo.



A Chomsky se le ha criticado el excesivo idealismo. Desde Estructuras sintácticas (1957) plantea un enfoque que pretende siempre un nivel cada vez más abstracto.

La cuestión del lenguaje, en Chomsky, nace de una forma colateral: su preocupación no es específicamente lingüística, en el comienzo, sino psicológica. El principal factor que inicia su teoría es el demostrar que la hipótesis conductista no es válida, y esa demostración lo lleva, tarde o temprano, a tratar el tema del lenguaje. Según el conductismo, el aprendizaje de una lengua debería hacerse, en líneas generales, por estímulo-respuesta, por lo tanto una persona no podría desarrollar la lengua hasta no haber escuchado todas las oraciones posibles. Entonces, Chomsky se sumerge dentro del aparato de probabilidades relacionado con la adquisición de una lengua, y llega a la primera conclusión (dentro de la psicología) de que el desarrollo del lenguaje, por medio de la exposición a una lengua, se da a partir de un mecanismo innato; ese mecanismo es propio de la especie y explica las semejanzas estructurales entre todas las lenguas humanas.

En ese “todas las lenguas” está la noción de Gramática Universal, ¿qué significa?

Todas las lenguas cuentan, por un lado, con una serie de estructuras, de tipos de funcionamiento, que son siempre iguales, y, por otro, con una serie de variaciones que son propias de los tipos de lengua y de las lenguas en particular. Entonces, una de las preocupaciones de quienes trabajan con Chomsky consiste en explicar cómo surge el aparato de las variaciones, lo cual se termina de desarrollar en la teoría de Principios y Parámetros: los principios son universales y están por ello insertos en la Gramática Universal (pertenecen a la facultad del lenguaje), mientras que los parámetros son esas variaciones entre las lenguas, previstos en G U; es decir que, al nacer, además de con los principios, que no serán modificados (como la noción de construcción prototípica Sintagma Nominal y S. Verbal), contamos con una serie de posibilidades propias de cada lengua, definidas como parámetros (como el parámetro del sujeto nulo, que se da, por ejemplo, en español —con una morfología muy rica—, pero no en inglés). La preocupación constante de Chomsky es aquello que fue en el origen, la relación que tiene el conocimiento del lenguaje dentro de la cognición humana; todo esto tuvo un funcionamiento muy rico a lo largo del siglo XX, y contribuyó a la caída definitiva del paradigma conductista. Y surgen otras corrientes —como la gramática sistémico-funcional de Halliday— que desarrollan otros aspectos (por cuestiones programáticas, como en Chomsky), lo cual hace mucho más interesante el debate.

¿Entonces el programa chomskyano no tiene enfoques en las relaciones entre los individuos (o inter-organismo, como lo llama Halliday)?

Bueno, quien aporta un aparato conceptual para entender esto es Halliday, justamente. Él plantea que, si enfocamos el estudio en la comunicación, siempre vamos a tratar con cuestiones externas al lenguaje. El lenguaje cruzado con la sociedad, con la psicología del individuo, etc. El tipo de entrecruzamiento dentro de una teoría es el que nos permitirá comprender el lenguaje desde otro lugar. Halliday se posiciona en la relación sociedad-individuo, también desde abstracciones: a nivel relaciones sociales y a nivel lenguaje; es decir, lleva otro tipo de abstracciones, no analiza planos concretos. Todo esto condujo a muchos enfrentamientos teóricos, hasta que chomskyanos y hallidayanos se dieron cuenta de que se trataba de enfoques distintos sobre el mismo lenguaje.

Incluso Halliday mismo dice que su estudio se inscribe en lo que él llamaría “psicosociolingüística”: “¿cómo un individuo sabe cómo comportarse en sociedad?”; refiere a facultades internas propias que le permiten desarrollar este comportamiento.

Claro, porque además es clave el hecho de que la personalidad del individuo se logra a partir de la adquisición de nuevos roles sociales. Lo cual es muy importante, porque podemos recibir a un chico en el sistema educativo creyéndolo con un rol y suponiendo que será el único a lo largo de toda su vida, siendo que, en verdad, los roles no se pueden restar entre sí, lo que se puede hacer es ampliarlos, si esa fuera la función del sistema educativo: tener un repertorio mayor para permitirle al chico acceder a nuevas situaciones.

Pasemos, si te parece, al tema de la escuela argentina…

Bueno, es muy interesante este recorrido, porque, en una lectura bibliográfica de los diseños curriculares vigentes para el área Lengua en todos los niveles, vemos que son las nuevas teorías las que le dan sentido a la materia. Estos cambios aparecieron en los 90, aunque no se llevó a la práctica, porque seguramente pasaron algunas cosas en el medio que impidieron que esos diseños se aplicaran tal como estaban. Pero, de todos modos, hay una concepción del lenguaje desde un punto de vista sociológico, desde un punto de vista psicológico, desde uno cognitivo; un tratamiento del lenguaje como una herramienta para pensar la realidad y analizar los modos en que la organizamos mentalmente, que sería el núcleo duro de lo que puede aportar la gramática generativa. Y después cruzada con la instancia de comunicación, que básicamente es la perspectiva hallidayana y los trabajos de la ciencia del texto de Teun van Dijk. Además, van Dijk toma todos los postulados generativistas y avanza de ahí en adelante, sin estudiar relación formal alguna (las nociones de macroestructuras y las superestructuras textuales, no es otra cosa que la traslación de las estructuras arbóreas chomskyanas).

En el país, son interesantes los estudios en sus comienzos. Empezando desde el estructuralismo, en los 60, hasta nuestros días. Barrenechea, Rosetti, Kovacci, habían creído necesario traer el estructuralismo a la escuela argentina…

Sí, fue un momento decisivo e interesante, porque implicó dejar de lado la gramática tradicional (de niveles meramente descriptivos y poco profundizados), para incorporar un estudio un poco más científico…

Además, la crítica que hacían a la gramática tradicional de que no tenía unidad de criterios, confundiendo semántica con sintaxis, con morfología, lo cual es muy poco riguroso.

Claro, con un enfoque mucho más estricto de las relaciones formales, que fue uno de los grandes aportes, tanto a la teoría científica, como a la didáctica de la lengua. Sumado a una peculiaridad del caso argentino en comparación con los demás países de habla hispana: instalar la enseñanza de la lengua como una preocupación científica; este hecho, tarde o temprano, traería consecuencias en el desarrollo de la teoría científica. Esto produjo un momento bastante rico, en los 60-70, cuando el estructuralismo empezaba a perder fuerza en lingüística. A pesar de ello, el enfoque estructuralista tuvo mucha influencia en nuestro país, y produjo desarrollos muy interesantes, pero no pudo ser sostenido en el tiempo, porque no hubo personalidades tan interesadas en ambas cosas: la didáctica y la teoría. Posteriormente, en los 80, cuando el estructuralismo lingüístico ya estaba en el ocaso, había otros modos de encarar los estudios discursivos, cognitivos, sociológicos, lo cual hizo que los otros estudios no siguieran reproduciéndose. El problema es que, de ahí en adelante, hay un vacío en el sistema educativo, en el sentido de que tarda mucho (recién en los 90) en sistematizarse una perspectiva más uniforme con respecto al fenómeno del lenguaje, de la lengua, de la comunicación, que es lo que queda inscripto dentro de estos diseños, que para colmo no son aplicados. El área Lengua quedó como una especie de desierto en que no hubo políticas oficiales de capacitación, de tipos de interacción entre los docentes donde pudieran resignificar estos enfoques. Es el gran bache entre aquel estructuralismo y las nuevas teorías. Entonces, las aplicaciones de los nuevos contenidos suelen ser erráticas, porque no están insertas en ningún tipo de paradigma; vox pópuli se conoce las ‘relaciones formales’ (que se las deben al estructuralismo), pero hilando fino vemos que no existe una concepción generalizada, conciente, de la procedencia de cada cosa. En definitiva, no termina siendo un sistema de prácticas organizadas, y esto explica la coyuntura en la que estamos.

Para finalizar, quisiera que me cuentes sobre el trabajo de Ángela di Tullio (tal vez el más actual). ¿Pensás que el Manual de gramática del español (2005) puede ser material de estudio de un chico de secundaria sin mayores problemas?

Bueno, Ángela di Tullio tuvo también contacto directo con toda aquella rama del estructuralismo que hubo en la Argentina. Fue alumna de Ofelia Kovacci (a quien he admirado siempre), y ha profundizado sus estudios en el entrecruzamiento de teorías, sobre todo con la gramática generativa. Ella está dentro de la serie de lingüistas que ha realizado la última Gramática descriptiva de la lengua española (3 tomos, 1999), editada por la RAE, bajo la dirección de Ignacio Bosque y Violeta Demonte. También pertenece al grupo de lingüistas que busca la unificación de criterios para la gramática del español. Yo creo que el Manual debería poder ser leído por los estudiantes, todos nuestros esfuerzos tendrían que orientarse en ese sentido. Pero, lamentablemente, los alumnos están todavía estudiando la gramática de los 60: tienen un estudio de las estructuras formales que era maravilloso hace décadas, pero hoy ya no. Como siempre, todo esto tiene que ver con políticas educativas, con política en general, y con cuestiones económicas. Los manuales que circulan en la Argentina, a pesar de que parten de postulados constructivistas, desarrollan, en gramática, los enfoques más conductistas, como reconocer el modificador directo y el indirecto simplemente por si tiene o no tiene preposición, sin pensar qué pasó en el significado: entonces, el método es por simple identificación (por ‘estímulo’). Esto surge del hecho de ofrecer a los docentes algo que no le cambie mucho el esquema, evitar arriesgarse a “poner alguna palabrita desconocida”, porque lo alejaría como cliente potencial del manual. Es muy significativo comparar manuales de multinacionales, como Santillana, y notar que la edición española es de 2009 y tiene un influjo poderoso de todas las teorías lingüísticas vigentes; y por otro lado, uno ve la edición argentina y puede notar que, con colores, con estética zapping y todo lo que la hace parecer del siglo XXI, desarrolla los contenidos de la década del 60.




EL TEMA_______________________________________________________

El lenguaje y el mundo

CONRADO NUÑEZ (Vera, 1985)

Estudiante de Letras en el ISP Nº 4. Hace diez años se aventura en la poesía y la narrativa; hace cinco, en el mundo editorial.


La coyuntura entre lenguaje y mundo ha sido expresada a lo largo de siglos de teorizaciones. Tal vez la hipótesis más difundida sea la de explicar al lenguaje como médium. La noción ‘mundo’ puede ser llenada por un sinfín de elementos. Aunque no lo tocamos, el paradigma del médium encuentra un debate muy rico con la filosofía actual de la hermenéutica y el giro lingüístico.


Con frecuencia, en estudios lingüísticos o lingüístico-filosóficos se formulan relaciones entre el lenguaje y ‘algo más’: el mundo, la sociedad, la otredad, etc. Esto es algo previsible, porque una teorización muy ponderable para abordar el lenguaje es la que permite comprenderlo como un hecho de comunicación, socialización, expresión, interacción, etc., lo cual constituye una vivencia y un anclaje ‘real’ para el universo idiomático.

Durante la Antigüedad, en la India, el sánscrito fue sometido a un riguroso estudio para vincularlo a una época prístina que justificara el uso actual del idioma como marca social de elite, y como lengua sagrada; este movimiento produjo la primera gramática que conocemos, la del sabio Panini, del siglo IV a. C. (Oldenberg, 1899:127-141). También la Antigüedad griega se condujo por esta senda: los estudios discursivos relacionaron al lenguaje con la vida social de la polis, lo cual posibilitó el desarrollo de las teorías sobre la elocuencia, la oratoria, la retórica, para crear las herramientas discursivas necesarias para que cualquier ciudadano se mueva en sociedad; la Retórica del Estagirita es aquí un buen exponente. Tiempo después, durante la Edad Media, los estudios lingüísticos se fundieron (más que en épocas previas) con la lógica, y así se vio en el lenguaje un vivo modelo aristotélico del mundo: entender la sintaxis oracional era conocer la lógica externa de las cosas; la más famosa obra son las Súmulas de Pedro Hispano, del XIII d. C. (Beuchot). Centurias después, los comparatistas del siglo XIX relacionaron las lenguas entre sí —fonética y gramaticalmente— para encontrar la lengua madre: el indoeuropeo (Ducrot, 1972). Finalmente, la lingüística moderna del siglo XX ha postulado que “el lenguaje es un hecho social” (Saussure), incursionado en la comunicación (con los estudiosos de Praga) y vinculado a la disciplina con la sociología (desde Halliday) para crear las teorías sistémico-funcionales.

Este recorrido, lejos de ser exhaustivo, da cuenta de la preocupación de los lingüistas por entender, describir y explicar la coyuntura entre lenguaje y mundo (o, como podríamos llamar de forma más laxa, algo más allá de lo lingüístico). Falta mencionar en este recorrido la notable tarea de los lingüistas del XVII: como era esperable, el espíritu humanista y secular debía producir obras apreciables enfocadas en esta coyuntura. Ese ‘algo más’ articulado al lenguaje era, en esta época, precisamente lo que intuitivamente llamaríamos “el mundo” o “lo real”, lo exterior al sujeto. Se trata del movimiento que se ha dado llamar “Gran Racionalismo”, expresado en la “firme intención de penetrar en el conocimiento de las cosas y las palabras” (Laborda Gil, 1981:349), lo cual busca un objetivo ideológico claro (encontrando un paralelo con los objetivos de Aristóteles): servir a una clase emergente (la burguesía industrial y liberal del XVII), que tenía el “propósito de adquirir herramientas científicas para el conocimiento del mundo y su consiguiente conquista material y política” (Op. cit., 17). Dos paradigmas de esta época son Wilkins y Port-Royal: empirismo y racionalismo, respectivamente, que se incluyen en el imperio de la Razón por oposición programática al “oscurantismo” de la Fe. Laborda Gil (Op. cit., 2) incluso propone una comparación con las teorías surgidas en el siglo XX: el positivismo del Estructuralismo y el racionalismo de la Gramática Generativa.[1]

En el siglo XX, falta mencionar el programa interaccionista del Grupo Bajtín, con el estudio de los géneros discursivos dados en las varias esferas sociales; el relevo de ésta y otras teorías por parte de Bronckart y otros para crear el programa del interaccionismo socio-discursivo. También los problemas de la enunciación en Jespersen, Jakobson y, sobre todo, Benveniste. En lógica, se puede mentar la Semántica de Mundos Posibles (SMP) (Pérez Otero, 2009). En morfología, las marcas lingüísticas que refieren al contexto y situación de habla: fenómenos de deixis. En lingüística amerindia, las importantes investigaciones de los marcadores de validación y evidencialidad, muy oportunas para entender la relación lenguaje-mundo de que estamos tratando; dedicaremos —con apoyo de Adelaar— unas breves líneas a exponer estas nociones.

Entre los investigadores, ha impactado mucho el tema de la fuente de datos o evidencialidad. Martha Hardman —en la década del 70—, según nos dice Adelaar, fue pionera en la incorporación de estos y otros postulados lingüísticos para la lengua aymara. En general, “las categorías de validación y evidencialidad han llegado a ser consideradas como el reflejo de una práctica cultural típicamente andina” (Adelaar, 1997).

Definamos estas categorías y veamos cómo se relacionan. La evidencialidad, como dijimos, es la fuente de datos: indica el origen de los hechos enunciados por el hablante; y la validación es una categoría de orden subjetivo, que indica el compromiso del hablante hacia la información vertida en su enunciado. La gramática quechua tiene dos marcadores para cada una de estas categorías: los afijos –mi y –si. Un ejemplo: alguien llega y dice “Hubo un accidente”, si el dato viene de primera mano, un quechuahablante recurriría al marcador evidencial y validacional –mi: interpretamos que, por tratarse de un hecho ocurrido ante sus ojos, el locutor se comprometería y expresaría su convicción (si se tratase de una fuente no fidedigna o fuese un mero transmisor, el hablante emplearía –si). Sin embargo, esta automatismo en el empleo de –mi o –si implicaría una rigidez tal que impediría “jugar con el idioma, cuando esta posibilidad constituye desde ya un logro esencial de todo lenguaje” (Adelaar). Si vamos a la religiosidad, un quechua jamás emplearía –si para referirse a Dios, por más que no se trate, necesariamente, de un hecho palpable: no diría “Dios kan-si” “dicen que Dios existe”, sino “Dios kan-mi” “afirmo que Dios existe” (ejemplo de Adelaar). De ahí que Adelaar postula la interpretación de estos fenómenos como elementos opcionales para el hablante nativo, incorporados frecuentemente a la literatura para referirse a realidades imaginadas y dotarla de una expresividad notoria.

Claro que aún queda muchísimo por mencionar. Por ejemplo, los estudios sobre marcadores evidenciales en los discursos científicos: la actitud del científico hacia lo que afirma de su objeto de estudio. (Wallace Chafe, por ejemplo, es un teórico en este tema, y también en el tema tratado de lingüística amerindia). Cuando un científico tiene que dar el paso substancial de comunicar sus descubrimientos, lo hará con más convicción cuanto más seguro esté de las fuentes de datos. Ser testigo ocular de un fenómeno puede dar mucha autoridad en la comunidad académica, y eso puede manifestarse en los textos o discursos de los autores y ser objeto de estudio.

En el caso de las disciplinas humanísticas, ya decía Bajtín que “el texto es la única realidad inmediata”: es el mundo del locutor. Los textos (orales o escritos) son al humanista lo que un fósil al paleontólogo. Sin embargo, como recuerda Bajtín, ellos son sólo el “punto de partida”: el verdadero mundo se ensancha detrás.

Propongo revisar el presente artículo y considerar qué grado de compromiso toma el autor. Puede que una indagación de este tipo eche por tierra, en un par de horas, la labor de días en vela.


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NOTA:

1 Nos apresuramos a aclarar que esta comparación necesita ser explicitada, lo cual, claro, no podremos hacer en este artículo. Rápidamente, cabe decir que Laborda Gil expone semejanzas de método —propias de la ciencia moderna— entre las teorías del siglo XVII y las del XX: empirismo/racionalismo del XVII (con Wilkins y Port-Royal) se traspola a estructuralismo/generativismo del XX (con Saussure y Chomsky), correspondiendo a los pares metodológicos inducción-deducción, experimentación-abstracción, empirismo-innatismo. (Cf. “Aspectos de la filosofía y de la ciencia del siglo XVII”, en Labora Gil, 1981: Intr., Tít. 2)

BIBLIOGRAFÍA:

Adelaar, Willem (1997), “Los marcadores de validación y evidencialidad en quechua: ¿automatismo o elemento expresivo?”, en: Amerindia nº 22, Holanda, Universidad de Leiden

Beuchot, Mauricio, Sobre la enseñanza de la lógica en la Edad Media: la suposición y las falacias en las Súmulas de Pedro Hispano, México, UNAM: Instituto de Investigaciones Filosóficas, en el sitio del IIL: http://www.filosoficas.unam.mx

Ducrot, Oswald (1972/2003), “Lingüística histórica en el siglo XIX”, entrada del Dicc. enciclopédico de las ciencias del lenguaje (Ducrot, O. y Todorov, Tz.), Bs. As., S. XXI, págs. 21-28

Laborda Gil, Xavier (1981/2006), Racionalismo y empirismo en la lingüística del siglo XVII: John Wilkins y Port-Royal (tesis doctoral), Barcelona, Universidad de Barcelona

Oldenberg, Hermann (1899/1956), La literatura de la antigua India, Bs. As., Losada

Pérez Otero, Manuel (ago. 2009), “El estatus ontológico de los mundos posibles”, en: Crítica. Revista hispanoamericana de filosofía. Vol. 41, nº 122., Barcelona, Universidad de Barcelona



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