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miércoles, 4 de noviembre de 2009

MODERNA Nº 0

Agosto 2009




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SUMARIO


EDITORIAL

Por una docencia investigativa


EL CONCEPTO

Pensamiento idiomático


LA CHARLA

La teoría como actividad histórica y progresista


EL TEMA

De lo humano en lingüística





EDITORIAL


Por una docencia investigativa




A esta revista asisten dos motivos: uno modesto y otro ambicioso. El primero consiste en proponer autores y problemáticas dentro de las ciencias del lenguaje y lanzar una o dos puntas para desovillar. El segundo, en exponer un conocimiento sistemático de estas disciplinas a lo largo y ancho de la historia.

La reflexión sobre el lenguaje es un factor que ha marcado los últimos cien años. Con el trabajo de Saussure, la lingüística entró en la gran historia de la humanística de manera independiente. Desde entonces, ya no es posible hablar de estructuralismo sin remitirse a conceptos saussirianos, sea para continuarlos cuanto para criticarlos. No sólo en la lingüística, también en otras ciencias, empezando por la antropología. Y a su vez, se ha hecho extensiva la metodología estructural a otros predios del lenguaje, como la crítica literaria.

Toda esta actividad teórica, por una parte, necesita ser comprendida como cuerpo histórico. Y por otra, es una gran caja de herramientas de la que surgen problemáticas específicas de distinta índole: la enseñanza de las lenguas, los métodos de descripción de la configuración oracional, las cuestiones de la literatura, como los esquemas que dan cuenta del argumento, de la trama, la problemática del verso y de la prosa, el ritmo, las cuestiones de los sonidos, la fonética, la fonología, las cuestiones del sentido, la semántica, el problema de los discursos, la comunicación, la sociolingüística, el problema de los mass media, las cuestiones del lenguaje y la mente, la perspectiva internista… El crecimiento es exponencial, cuando dentro de cada una de estas problemáticas encontramos otras…

Revista Moderna, como surgida de un ámbito de formación docente, pretende aportar una pequeña cuota para que los grandes sistemas de la lingüística, como filosofías del lenguaje (estructuralismo, behaviorismo, generativismo, sistémico-funcionalista, etc.), sean tomados, en primer lugar, como sistemas surgidos de la historia, es decir, con carga ideológica, con una visión de mundo. Un profesor no debe conformarse con reproducir sin más esquemas automatizados en el aula, sino que debe tener un panorama de las miradas que rigen esos esquemas para actuar responsablemente en su tarea docente y enfocarlos como problemáticas.

Se trata de un trabajo continuo, que no acaba (como se nos repite siempre) con la obtención del título. Por eso se ha creído oportuno traer en este primer número uno de los problemas de la lingüística: la actividad teórica misma. La perspectiva de Barthes nos pone ante un acto comprometido, para nada deslindado de la práctica.

Para concluir, citamos al respecto unas líneas de Todorov: “El trabajo científico no puede reducirse a su resultado final: su verdadera fecundidad reside en la actividad por medio de la cual ese trabajo se actualiza, en sus contradicciones inherentes, en sus impasses meritorias, en sus grados sucesivos de elaboración. El pedagogo exige un tratado que describa un sistema acabado de fórmulas perfectas; no el investigador, quien encuentra en las aproximaciones de su predecesor un punto de partida para su trabajo.”*

Aquí adherimos al lema de Todorov, pero con una condición: el científico y el pedagogo no tienen tareas discordantes. Al contrario, el pedagogo debe tener el hábito de la investigación, porque es en la conversación didáctica que las teorías entran en la vitalidad de los hechos humanos. Es en el aula, o donde sea que se prediquen las ciencias del lenguaje, donde la teoría se “actualiza”, donde encuentra esas “contradicciones inherente” de que habla Todorov.




NOTA:


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* Todorov, T. (comp.), en la presentación a Teoría de la literatura de los formalistas rusos, Bs. As., S. XXI, 2008 (1º ed. fr. 1965), págs. 21-22



EL CONCEPTO


Pensamiento idiomático



KARL VOSSLER (Alemania,1872-1949)

Del ensayo “Gramática e historia lingüística”, en su Filosofía del lenguaje. Ensayos, Bs. As., Losada, 2008 (1º ed. alemana 1923), [Trad. Amado Alonso y Raimundo Lida]; págs. 36-37

Aquí les presento al Vossler de siempre, al mismo que la historia de los estudios sobre el lenguaje nos ha mostrado. Discípulo de Spitzer y admirador de Croce, este alemán encuentra en la estilística el terreno más fecundo para hablar sobre el idioma. La individualidad de una locución, que en Bajtín será fundamento del dialogismo, en Vossler es el artificio de la verdad poética.



[…] // El objeto de todas las gramáticas, a saber, lo idiomáticamente propio o correcto, sólo puede ser fundamentado, demostrado y reconocido por una ciencia de lo idiomáticamente verdadero. Negar redondamente la existencia de la verdad o falsedad idiomática, esto es, la existencia de un pensamiento idiomático, como por ejemplo lo ha hecho la gramática lógica, sería cómodo, pero, según lo que vinimos demostrando hasta aquí, imposible.

¿Qué significa pensamiento idiomático o verdad idiomática?

Para el pensamiento lógico, una afirmación como “es verde el árbol de la vida” es incorrecta; para el pensamiento idiomático es correcta. A dice: la mesa es redonda. B dice: es cuadrada. C: es triangular. D: esta mesa cuadrada tiene la forma redonda de un triángulo. Desde el punto de vista idiomático, purmanente idiomático, cada uno de ellos ha expresado su opinión acerca de un objeto, en forma irreprochable. Admitamos que D haya querido hacer, con su absurda afirmación, una broma o un chiste, y dar expresión al desbordante humorismo de su temperamento: entonces esa frase suya lleva la marca de la verdad idiomática. Pero supongamos que haya pronunciado tales palabras en completa oscuridad de espíritu, sin sentido y sin significación: y en este caso su expresión ya no será en modo alguno idiomática, sino un ruido o una vibración de aire que, si por casualidad es percibida por un oído, adquiere significación de extravagancia. Así, pues, lo que importa es la significación, el acuerdo entre sonido y sentido. La lengua es verdadera en la medida que está llena de significado; falsa, en la medida que está vacía de significado. Loros y fonógrafos hablan sólo para quien atribuye a sus ruidos una significación; en sí y por sí no hablan.

Y como en la lengua viva —por ejemplo, en un diálogo como el arriba indicado, entre A, B, C y D— una significación está apoyada en otra significación, sin que idiomáticamente pueda separarse una de otra, surge este problema: ¿cuál de entre las infinitas formas significativas o idiomáticas es la válida, la verdadera? Sin duda aquella que más decisivamente se destaca de las otras. Pero no se puede destacar, pues que sostiene a las otras; no puede excluirlas ni puede tampoco incluirlas, como que no es lógica; toda notificación idiomática tiene su significación propia, individual, independiente. Sin embargo, en cuanto que la lengua es forma, una forma excluye de hecho a la otra; pero en cuanto significación, el contenido mayor incluye al menor. La obra idiomática verdadera y valiosa sería entonces la que se nos mostrara, desde el punto de vista formal, como la más peculiar, exclusiva e individual, y, desde el punto de vista del contenido, como la más compleja, amplia y universal. La más excluyente individualidad unida a la más comprensiva universalidad: éste es el ideal del pensamiento idiomático. Es, como se advierte al punto, el ideal del poeta, del pintor, del músico, de todo artista. El pensamiento idiomático es, en lo esencial, pensamiento poético; la verdad idiomática es verdad artística, es belleza llena de significación. Todos nosotros, en cuanto que creamos formas de lenguaje, todos somos poetas y artistas, aunque en la vida corriente los más no pasamos de artistas mínimos, mediocres, fragmentarios y faltos de originalidad. No vale la pena examinar como poesía o arte nuestro hablar cotidiano. Pero la más pequeña gotita idiomática de un charlatán es, en resumidas cuentas, tan buena agua de Hipocrene como el inmenso océano de un Goethe o de un Shakespeare. // […]



LA CHARLA


La teoría como actividad histórica y progresista


Entrevista a Roland Barthes

Revista Vh 101, Francia, verano de 1970

En: Variaciones sobre la escritura, Argentina,

Paidós Comunicación, 2003, págs. 73-81


Copio los fragmentos de la entrevista a Barthes publicados en la edición en papel. Para leer el artículo completo, dirigirse al archivo.

Se trata de un diálogo por encontrar un sentido a la teoría, o varios, una multiplicidad de focos para abrir camino al problema: la teoría como acción, la teoría como autocrítica y destrucción, la teoría como ciencia del texto clásico… Por razones de espacio, Moderna transcribe sólo una de esas focalizaciones: la teoría como acción social, donde vemos el paso de lo “simple” a lo “complejo” para explicar la inclusión de la actividad teórica en la acción estructuralmente mayor de la historia.




[…] // ¿El análisis [estructural] se hace mediante un conjunto de sistemas no constituidos en teoría, o de ello se desprende una teoría general?

[…] la teoría no se puede confundir con la abstracción; […] no se opone a lo concreto. No creo que se pueda tomar la palabra con el sentido que tenía en el siglo XIX: una especie de representación general de conceptos. Ése es el sentido que todavía encontramos en diccionarios como el Dictionnaire philosophique de Lalande. […]

Por lo tanto, podría imaginar perfectamente […] el análisis de un texto dando a ese análisis una intención declarativamente teórica. El comentario de Sarrasine de Balzac era a la vez el análisis de un texto y, sin embargo, en mi opinión, una teoría del texto, del texto clásico, del texto legible. En segundo lugar, en el nivel del modo de exposición, la palabra teoría connota por lo común un discurso seguido, una exposición seguida […]. Contra eso, […] desearía que unos discursos evidentemente nuevos asumiesen cierta discontinuidad, cierta naturaleza fragmentaria de la exposición […], y que esos discursos pudiesen constituir un discurso fundamentalmente teórico. […] [Ese discurso teórico] se está buscando aquí y allí; por ejemplo, en determinados libros de Lévi-Strauss, en las Mitologías; también creo que la enunciación de Jacques Lacan se ha de comprender como un esfuerzo de ruptura en relación con lo continuo y lo hilado, con lo seguido de la escritura teórica en general. Éstos son los dos primeros desbroces que quería hacer: la teoría no se puede confundir con la abstracción ni con la oratoria. En cuanto a definir actualmente qué es la teoría […], Julia Kristeva lo ha hecho […] en su libro Sèméiotikè […]. Añadiré lo siguiente: como he dicho, no podemos mantener la definición del siglo XIX. La etimología de la palabra indicaba una acción que hay que observar, […] una especulación. Anoté esta definición: “Lo que es objeto de un conocimiento desinteresado, independiente de sus aplicaciones”. En el fondo, lo teórico se oponía a lo aplicado. Creo que es una definición insuficiente hoy en día, en cualquier caso en relación con el dominio en el que personalmente reflexiono, a saber, la semiótica, y particularmente, la semiótica literaria o textual. […] la teoría es esencialmente un discurso científico, que no es solamente un discurso abstracto […], sino que también se vuelve —y ésa es su marca distintiva— hacia sí mismo. […]


[…] // […] // […] // […]

¿Es la teoría una proyección de los problemas que el hombre se plantea? Todas las épocas han retomado textos dándoles una interpretación actual; por lo tanto, se produce, por así decirlo, una reinterpretación regular de las obras. ¿Se trata de que una sociedad o los representantes de una sociedad se proyectan de nuevo en esa obra, o bien se puede tener un sentido en sí definido teóricamente?

Eso no impedirá una definición teórica de la obra. La teoría […] no plantea verdades o valores en sí, sino una relación con el devenir histórico. Y, en este punto, […] la exigencia teórica que se abre paso en algunos de nosotros es una exigencia ligada a una situación histórica y política definida. Podemos imaginar […] que una sociedad de tipo socialista, en el sentido exacto que la palabra tiene en el marxismo, una sociedad que aún no es comunista pero que ya no es capitalista —como podríamos pensar que es actualmente la China nueva—, […] ya no ha de hacer teoría en el sentido occidental de la palabra. […] [Mao] no quiere que, en la experiencia de la China actual, la teoría esté separada de la práctica y que, por consiguiente, haya especialistas de teoría, o dicho de otro modo, intelectuales, lo cual está ligado a la reivindicación socialista contra la separación del trabajo manual y el trabajo intelectual. […] es el pueblo para sí mismo quien, en cierto modo, es a cada instante su propio teórico. Pero no creo en la exactitud del análisis de los maoístas occidentales, que quieren pensar eso para aplicarlo a la situación occidental. Creo que, en una sociedad de tipo capitalista como la nuestra, la teoría es precisamente el tipo de discurso progresista, hecho a la vez posible y necesario por esa sociedad, por su carácter transitorio y presocialista. Dicho de otro modo, habría una correspondencia histórica entre nuestra sociedad y la actividad teórica como actividad progresista que puede ser soportada por esta sociedad como su propio germen destructor: por lo tanto, hay que realizar esa actividad teórica.


Parece que usted quiera decir que, en una sociedad sin necesidad, la teoría será superflua, puesto que el hombre ya no tratará de salir de una situación para entrar en otra: habrá una aceptación completa de la situación.

No es eso lo que quiero decir. El hombre ya no tendrá la necesidad de un discurso de tipo reflexivo o intelectual. La teoría estará […] en la revolución misma y, por lo tanto, en ese momento, ya no habrá lugar para oponer la teoría a la práctica. La práctica será enteramente teórica, y viceversa. […]


[…] // […]

En la sociedad actual, sometida a las necesidades que hallamos cotidianamente en la sociedad capitalista, ¿podemos hacer, como Sollers, una teoría purificada, tener una mirada ajena a toda ideología, una mirada liberadora? Hemos vuelto a sumergirnos en Ponge, que hace una obra posrevolucionaria…

Es inevitable. Estamos en el momento de una historia, de nuestra historia, que exige que todas nuestras fuerzas se inviertan en una negatividad. De ahí esa preeminencia de la teoría sobre las obras. Podemos imaginar perfectamente un período, por ejemplo el nuestro, en que se produzca teoría pero no obras; además, hay muy pocas obras actualmente (hablo de lo que comúnmente llamamos literatura). En cambio, hay una actividad teórica indiscutible. Creo que eso es lo que marca nuestra década. No sé qué ocurrirá después…


¿Cómo una sociedad de un determinado tipo llega a querer plantear problemas antihistóricos, fuera de la historia, que salgan de una vez por todas de la historia?

De ninguna manera; no estamos fuera de la historia. Hay que precisar. Lo que está en movimiento hace cinco años […] es un intento de teorizar un pluralismo histórico; hasta ese momento, habíamos tenido una historia puramente lineal, puramente determinista, una historia en cierto modo monista, y el estructuralismo ha contribuido a esa toma de conciencia del pluralismo histórico. No tratamos de salir de la historia; al contrario, [c]omo dicen los sabios, se produce una complejización, y eso es más bien bueno. En este mismo sentido, Sollers ha podido hablar de una “historia monumental”: un fondo histórico que no posee la misma longitud de onda, por así decirlo, que otras historias que contiene [ese fondo histórico]. Lo que […] se discute a menudo, lo que encuentra resistencias, ya lo han admitido sin embargo, en el plano de la ciencia histórica, historiadores como Febvre o como Braudel: la coexistencia de estructuras cuyas “longitudes de onda” son diferentes.


Volvamos a usted. ¿Se interesa mucho menos por el sentido mismo que por el mecanismo del sentido?

Creo que ésa es una evolución bastante normal. En la época de las Mitologías, veía las cosas de una manera evidentemente más simple. Había, por un parte, digamos unas lenguas, en líneas generales, unos significantes, y, por otra parte, un significado sociohistórico, que era, generalmente, la estructura mental de la pequeña burguesía francesa, expresada principalmente en la cultura de masas; había en ello una visión un poco arqueológica del signo con sus dos partes, significante y significado. Dicho esto, lo que he aprendido de los otros —lo que los otros que están a mi alrededor me han enseñado— es que, efectivamente, es necesario ir más lejos y poner en duda, no solamente tal tipo de significado, sino el signo mismo, la relación significante misma. Podemos dar entonces la impresión de que nos desprendemos de la historia contingente, de que planeamos fuera del tiempo, pero en realidad lo que ocurre es que el combate para agrietar el simbolismo occidental acaba de comenzar. […]




EL TEMA


De lo humano en lingüística

Conrado Nuñez (Vera, 1985)

Estudiante de Letras en el ISP Nº 4, Reconquista, Santa Fe


El lenguaje, como fenómeno humano, merece un tratamiento específico en las llamadas “ciencias del espíritu”. Aquí proponemos un muy breve recorrido por algunos enfoques de la filosofía del lenguaje para centrarnos en la naturaleza del objeto de la lingüística, el cual no puede prescindir de lo esencial del hombre: el sentido. Exploramos, pues, dos vertientes de este sentido: una historicista y hermenéutica y la otra naturalista y cognitivista.




Cuando el hombre pintaba bisontes en la pared de su caverna, sabía que esa estampa era el bisonte mismo preso en la pintura. Pintar un animal era un acto tan “de este mundo” como poner una ratonera; no había allí expresión esotérica, sino una práctica puramente natural. La cosa y su representación se identificaban mágicamente.[1]

Desde que empezamos a desconfiar de esta identificación, desde que vimos un abismo entre el bisonte pintado y el que pasta allá afuera, hemos debido salir de la caverna en busca de nuestra ración “real”. El lenguaje de las formas se volvía cada vez más abstracto y se ponía a la par del mundo para crear otro mundo. Hasta llegar a su punto máximo en el lenguaje alfabético.

Desde entonces, hemos debido salir a la caza, no de bisontes, sino del lenguaje mismo que se nos escapaba. Esta tarea ha sido de los lingüistas, quienes desde el principio corren detrás de la lengua equipados con redes para apresar tan escurridiza criatura. Pero, como señala Paz, “Las redes de pescar palabras están hechas de palabras”[2]. La gramática de una lengua es una lengua de la lengua: una metalengua; y la gramática de esta metalengua, es decir, la gramática del lenguaje humano mismo (la Gramática Universal), es una metametalengua. [3]

Este “desencuentro” entre el hombre y su lenguaje es la piedra de toque de la lingüística. Un desencuentro tan paradójico, que ambos no hacen otra cosa que verse cara a cara para no perderse de vista. Y es sobre todo la Modernidad la que quiere separar al hombre del resto de los fenómenos (entre los cuales está el lenguaje) para poner una mirada metódica y científica sobre ellos. La objetividad puede surgir sólo cuando se ha quitado al sujeto de la escena.

Y ahí va el hombre moderno, mudo ante el mundo; víctima de cientistas vándalos, ha quedado desnudo: sin palabras. La máxima expresión de este estado de cosas fue el positivismo, que quería hacer de las ciencias sociales una ciencia exacta; tomar un fenómeno y medirlo con la regla de la ciencia positiva, cual si fuera un triángulo. Para la lingüística, esto supuso encontrar un fenómeno digno de medición, un objeto estable que permita decir “allí está el lenguaje que hay que estudiar”. Nuestra ilustre tradición es la lingüística de la forma de Saussure. La lingüística había atrapado al lenguaje: lenguaje es forma, así como el animal había sido idéntico a su pintura. Pero con una condición: ahora ya no es magia, sino ciencia. El bisonte que saltó de la pared dejó su huella en la pared y nos ha cautivado con su forma.

Pero había algo que incomodaba, algo insoluble en la solidez de los fenómenos observables. Se trataba nada más ni nada menos que del hombre. Él quería entrar en el laboratorio para buscar su lenguaje, y era sacado para dejar trabajar a los científicos. El hombre tenía algo para decir, algo que lo hermanaba con esos cráneos de la ciencia: se trataba del sentido. ¿Qué hacemos con un lenguaje desincrustado de su agente animador y vitalizador? El hiato entre el hombre y el lenguaje precisaba un cambio. Será evidente, pues, que la metodología adolecía de una distinción básica: todos los fenómenos no son unívocos, hay unos que están “fuera” del sujeto y otros que corresponden a su realidad más inmediata. La distinción fue hecha por Dilthey, quien separó las ciencias naturales de las ciencias del espíritu.[4] Enrolar en estas últimas a la lingüística quiere decir cargarle espíritu al lenguaje. Si dejamos al lenguaje fuera del sujeto, obtendremos categorías vacías; sólo un lenguaje integrado al espíritu humano puede dar sentido a la lingüística.

Uno de los lingüistas suscritos a esta perspectiva es Vossler. Desde la Universidad de Munich, en la década de 1920, este filósofo nos propuso recuperar la corriente humboldtiana de “considerar y comprender, de hecho, la lengua como una energía viva, y no ver en ella algo concluso”, es decir, no como un producto (ergon), sino como producción (enérgeia): “fuerza viva [que] tiene sus direcciones y sus límites popios”, “que es, por esencia, cosa de naturaleza espiritual”.[5] Vossler encuentra en la actividad espiritual al lenguaje verdadero, el lenguaje que es creación y sistema, no sólo sistema (Saussure) o sólo creación (Croce): no admite una actitud unilateral ante el lenguaje. Porque el lenguaje se da entre los hombres, con motivación e historia.

Ahora, en los últimos 50 años, la lingüística ha encarado nuevas rutas. Como los cientistas, parece que los lingüistas actuales quieren volver a la exactitud de las ciencias naturales. En efecto, la corriente chomskyana tiene mucha filiación con los estudios cognitivos de la mente. Sin embargo, si bien los conceptos de competencia y actuación, de Chomsky, no son análogos a los vosslerianos de sistema y creación (y mucho menos a los de lengua y habla, de Saussure), es posible afirmar que ambos comparten una verdadera preocupación por el ser humano. Con una diferencia clave: el lenguaje a estudiar, en Vossler, está en la historia, entre los hombres que le dan vida social, es decir, fuera del sujeto mismo, lo cual lo une en este punto a la tradición saussuriana. En cambio, Chomsky vuelve la mirada al sujeto para indagar su facultad de lenguaje, cuáles son los principios que rigen su actuar lingüístico: se remonta al principio, no histórico, sino cognitivo del lenguaje, a ese “estado inicial” de todo niño al nacer, que cuenta con los mecanismos adecuados (facultad) para alcanzar el “estado final” de conocimiento de una lengua particular. “La teoría lingüística general describe su estado inicial; la gramática de su lengua describe su estado final”[6] Esa “teoría lingüística general” es una Gramática Universal cuyo objetivo es explicar las leyes del lenguaje humano.

En Chomsky, la gramática debe dar cuenta de los espacios inexplorados de la psicología del individuo, lo cual la convierte en una teoría general o filosofía del lenguaje. Al sistema de esta región llama estructura profunda de la lengua, la cual permitirá evaluar las gramáticas particulares para decidir cuál se adecua a una lengua determinada.[7] La estructura profunda del lenguaje permite explicar, pues, las estructuras superficiales de las lenguas particulares. Compárese con Vossler: “…en todos [los casos] —en fonética, morfología, lexicología y semántica, y hasta en métrica, rítmica y armonía— laten bajo las categorías gramaticales, es decir, formales, las otras: las psicológicas.”[8] Las categorías gramaticales y las psicológicas (que Vossler toma de H. Paul) corresponden a las formas visibles y a las significaciones mentales del lenguaje.[9]

Es necesario hacer una mención. El fenómeno humano que Vossler llama creación y Chomsky actuación no equivale al de conducta del behaviorismo. Ante todo, el concepto de conducta de Bloomfield (radicalizado por Harris) no puede llamarse “conducta humana”, ni siquiera “conducta animal”, sino que está más familiarizado con los autómatas. El behaviorismo quiere desterrar definitivamente al sentido y “…da a [su] tesis el nombre de mecanismo y la opone al mentalismo”.[10] Esta corriente deshumaniza al lenguaje, de modo que no es capaz de explicar su vitalidad, externa o interna.

Y ésta es una síntesis oportuna. La urgencia de hacer lingüística desde una visión humanística. Tanto sea una mirada historicista y hermenéutica, como una naturalista y cognitivista. Que no nos cautive la huella del bisonte: salgamos colectivamente a buscarlo para dar sentido, o indaguemos cómo es que somos capaces de dibujar bisontes.





NOTAS:


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1. HAUSER, A., “Paleolítico. Magia y naturalismo”, en su: Historia social de la literatura y el arte (T. 1), Bs. As., Debate, 2006, pág. 15

2. PAZ, O., “El lenguaje”, en su: El arco y la lira, Méx., FCE, 2005, pág. 31

3. CHOMSKY, N., “Objetivos de la teoría lingüística”, en su: Estructuras sintácticas, Méx., S. XXI, 1997 (1º ed. ingl. 1957), pág. 72, sobre todo la nota 4

4. BEUCHOT, M., “Las ciencias humanas y la hermenéutica (analógica)”, en: Fractal 35, Méx., 2004

5. Citas en VOSSLER, K., “Formas gramaticales y psicológicas del lenguaje”, en su: Filosofía del lenguaje, Bs. As., Losada, 2008 (1º ed. 1923), pág. 134

6. CHOMSKY, N., “Introducción a la edición española”, [1974], en op. cit., pág. 8

7. El carácter evaluativo de la teoría es expuesto así: “…no es razonable pedir que la teoría lingüística proporcione más que un procedimiento de evaluación práctico para las gramáticas. […] Creo que reduciendo nuestras aspiraciones al objetivo (más modesto) de desarrollar un procedimiento de evaluación […] podemos centrar la atención más claramente en los problemas realmente cruciales de la estructura lingüística y llegar a darles respuestas más satisfactorias.” Chomsky, “Objetivos de la teoría lingüística”, op. cit., págs. 70-71

8. VOSSLER, op. cit., pág. 138

9. Dice Vossler: “Paul ha demostrado […] cómo las más diversas significaciones mentales pueden ocultarse bajo una misma estructura gramatical.” Íbid., pág. 137

10. DUCROT, O., “Distribucionalismo”, entrada del Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje (Todorov y Ducrot), Bs. As., S. XXI, 2005 (1º ed. fr. 1972), pág. 47






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